Diferencial de rosa
Repasamos las mejores hazañas de Marc Soler en su periplo amateur
Hay ciclistas que consiguen llegar a la cumbre del ciclismo por medio del tesón, la tenacidad y la perseverancia. Otros, labores y sacrificios incluidos, lo tienen algo más sencillo. Los atletas que poseen el don de lo que hacen, los elegidos, son distintos. Se guían por la intuición, por su inmensa calidad y, también, por su punto de locura. Marc Soler fue en su etapa sub23 un ciclista de arte, guiado por una calidad inigualable entre los ciclistas de su generación. Manolo Azcona puso los mimbres del ciclista que hoy se ha convertido en una referencia en el ciclismo World Tour.
El ciclista de Vilanova i la Geltrú demostró su inmensa calidad antes de llegar a la estructura de Azcona en 2012. “Aquellos años acudía a las cunetas a ver muchas carreras de juveniles. En una competición en fiestas de Obanos, Marc hizo de las suyas y se escapó de salida. Llegó a meta solo y en cuanto cruzó la línea me fui a por él”, relata Manolo Azcona. “Le vi mucho motor. Era un diamante por pulir y hoy está en ese proceso de perfeccionamiento”.
La primera exhibición del catalán vestido de rosa llegó en una concentración en febrero de 2012. “A los compañeros nos dejó boquiabiertos en uno de los primeros entrenamientos que hicimos juntos”, señala Jon Armendariz, ex compañero del ahora ciclista telefónico y actual director deportivo del conjunto ‘rosa’. “A Manolo le gustaba hacer un entrenamiento duro en Tierra Estella en la primera concentración de la pretemporada y, de postre, subir el puerto de Etxauri por la parte dura. Ahí nos dimos cuenta de que en Marc Soler había un gran ciclista. Nos soltó a todos y llegó arriba solo”, reconoce.
Desde sus primeras carreras se destapó. “No ganó desde su primer año porque no se aguantaba quieto y arrancaba antes de tiempo”, admite con resignación Manolo Azcona, mánager general del Equipo Lizarte y el Equipo Kern Pharma. “La diferencia entre un ciclista de ahora que pasa a sub23 y domina desde su primer año en la categoría y Marc Soler es muy simple: ahora vienen más maduros, observan mejor la carrera y son más agudos tácticamente”, señala por su parte Armendariz.
En sus actuaciones quedaba impregnado aroma de auténtico Carácter Lizarte. “Corría con el corazón y hoy sigue siendo el mismo ciclista”, apuntilla José Ramón Cacho, pilar fundamental en la última década de la Asociación Deportiva Galibier. “En la tercera etapa de esta Vuelta a España demostró ese mismo carácter. Trabajó, se descolgó, volvió a entrar en el grupo de los favoritos y atacó para ganar”. En su proceso de ser estrella del ciclismo, Marc Soler fue “un vacilón. Para él todo era un juego y recuerdo que a Jorge Arcas, que era más metódico, le traía por la calle de la amargura”, cuenta entre risas Mikel Ezkieta, compañero de equipo de ambos en las temporadas 2013 y 2014. “Soler se tomaba la vida como un juego, pero tiene una determinación impresionante. Dominaba. En varias ocasiones declaró con certeza que ese día el triunfo se lo llevaba él”.
Azcona se deshace en elogios ante su pupilo, aunque es cauto a la hora de comparar. “He tenido la suerte de que por aquí han pasado grandes corredores. Claus Moller, Andrey Amador o él tenían la determinación y la capacidad de ganar casi con facilidad. Eran ciclistas que demostraban estar varios escalones por encima de sus rivales y en profesionales han sido ciclistas excelsos”, sentencia.
Cuatro gestas vestido de rosa
Corazón y piernas para primera victoria en la categoría sub23. En la tercera etapa de la Vuelta a Palencia de 2013, en un terreno en el que, como apunta Manolo Azcona, “solo ganan los grandes”, el catalán se desquitó. Soler fue superior y atacó en el puerto de San Glorio, a más de 70 kilómetros de meta. Aunque podría haber colaborado con Edison Bravo (Bicicletas Extremadura) para que el catalán se hiciese con la etapa y el chileno con el maillot de líder, Marc Soler quiso ganar a lo grande. No logró dejar atrás a su compañero de baile pero, al esprint, sentenció una etapa de ensueño.
“Ayer fue un día de perros, pero hoy gano”. Una de las mayores muestras de tenacidad de Marc Soler se presenció en la segunda etapa de la Vuelta a Bidasoa de 2013. Sus ganas y convicción por el triunfo le hicieron precipitarse. “Casi rompo el pinganillo de la mala leche y de las barrbaridades que pronuncié”, apunta Manolo Azcona. Como previó el director navarro, la carrera se decidió en el puerto final, donde Soler “tenía que ser superior”. El artista de Villanova encandiló a las musas en el Alto de Aia y, con una renta mínima, llegó a la meta de Orio para apuntarse la etapa por delante de grandes nombres.
Una remontada para bendecirse en el Puy. Con la carrera prácticamente perdida, una de las mayores hazañas de Marc Soler vestido de rosa comenzó en los llanos de Lezáun (parte relativamente llana que sucede al alto del mismo nombre). El catalán coronó en el grupo de favoritos, con amplia presencia de ciclistas del Caja Rural y del Naturgas (Fundación Euskadi) y, tras coronar la subida más dura de la jornada, demarró en busca de la cabeza de carrera. Lo consiguió y, en el último puerto del día, se fue solo para redondear otra gran cabalgada en la estellesa Basílica del Puy.
Desquitarse de un mal abanico. Marc Soler se despertó con ganas de resarcirse de una mala jornada en la Vuelta a Zamora de 2014. El viento lastró las opciones del ciclista del Equipo Lizarte en la primera jornada de la carrera, pero la carretera le sonrió de nuevo. Atacó en los primeros 10 kilómetros de la segunda etapa, se fue con un puñado de corredores y en el primer repecho comenzó el recital. En meta saboreó la que, aunque él no lo supiese, fue su última victoria vestido de rosa.
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