Suman los días
Sinuhé Fernández nos explica cómo se preparó para su primera vuelta como sub23 y qué le aportará
Una de las muchas cualidades que debe desarrollar un ciclista en su crecimiento es la capacidad de recuperación. Esto es: que, sometido a varios días consecutivos de estrés, el cuerpo disminuya su rendimiento lo menos posible. Desgastarse menos que los rivales es el secreto del éxito en competiciones como las grandes vueltas. Es en la categoría sub23 donde se sientan las bases para que, una vez llegado el profesionalismo, el ciclista sea capaz de evolucionar en esas rondas de tres semanas.
Para Sinuhé Fernández (2000, Brañes), la Vuelta a Bidasoa era la primera sucesión de cuatro jornadas de competición de su vida. Sumado con el Trofeo Iturmendi, que se disputaba justo al día siguiente, supuso cinco esfuerzos de alta intensidad consecutivos. En esta historia de Ciclismo Real, el asturiano nos cuenta cómo se preparó, cómo los gestionó y cómo se recuperará para que afecten de la forma más positiva posible a su evolución como corredor.
Hasta Bidasoa, el máximo de días de competición seguidos que había hecho eran tres. Desde que supe que correría esta vuelta, estructuré mi entrenamiento para prepararla. Metí bloques de tres entrenamientos intensos, seguidos de dos suaves para que el cuerpo asimilara la carga y de otros tres duros para volver a estimularlo.
Sobre la bicicleta simulaba una carrera. Comía algo cada media hora con objeto de meter energía en el cuerpo para el día siguiente y mantenía un ritmo constante con pequeñas series para elevarlo. Cuando ya llevaba 3h30m y se aproximaba el final del entrenamiento, metía una última serie explosiva de diez minutos para meter la exigencia propia del final de una etapa. ¡Qué diferente es mover 300 vatios al final del entrenamiento con respecto a moverlos al principio!
Fuera de la bicicleta, el entrenamiento continuaba. Simulaba la estructura y los horarios de un día de competición, almorzaba pasta e intentaba descansar mucho para recuperar lo máximo posible.
Una vez en Bidasoa, procurábamos controlar la fatiga y el desgaste midiendo sus signos. Por la mañana, nada más despertarnos, nos tomábamos las pulsaciones y nos pesábamos. Era curioso: yo registraba 4 ó 5 pulsaciones más que estando en casa. El cuerpo está más tenso y activo en competición que en un día normal.
A algunos compañeros les ocurre también que las pulsaciones máximas en carrera van descendiendo con el paso de los días. No fue mi caso: en Iturmendi registré el mismo máximo que en la primera etapa de Bidasoa. Eso es buena señal, porque significa que los masajes han eliminado el ácido láctico de las piernas y que el descanso ha sido bueno.
Lo que sí notaba, yo y todos, era que el dolor de piernas iba aumentando cada día al principio de las etapas. En los primeros 10 ó 15 kilómetros, las ‘patas’ duelen mucho. Luego el cuerpo se hace a ese dolor y dejas de notarlo.
Respecto a la nutrición, Bidasoa tiene dos circunstancias particulares: las etapas se disputan entre las dos y las cinco de la tarde y no son especialmente largas. Así, el desayuno era muy ligero y la carga se hacía en el almuerzo, sobre las 11:00: pasta, algo de proteína para acompañar y fruta como postre; prácticamente lo mismo que tomábamos en la cena.
Durante y después de las etapas tomábamos Ucan de Finisher para rellenar los depósitos de energía. En el Tour de Bretagne las etapas eran el doble de largas y mis compañeros lo tomaban también por la noche.
Lo que no nos saltábamos nunca eran las papillas de avena que nos tenía preparadas ‘Pasku’, el masajista del equipo, en la furgona justo después de la etapa. Esos carbohidratos te dan la vida.
Cuando acabé Vuelta a Bidasoa, decidí correr también el Trofeo Iturmendi. Los técnicos nos habían dicho que decidiéramos si queríamos participar después de la última etapa, en función de cómo nos encontráramos. Yo tuve un muy buen día; acabé décimo y con ganas de correr más. Por eso di un paso al frente.
Disfruté muchísimo en Iturmendi. Se notaba que era el quinto día de competición: especialmente, en los primeros 70 u 80 kilómetros, que se salió fortísimo y llevaba un dolor de piernas brutal… Pero, aun así, la carrera fue muy divertida.
La semana de recuperación es clave para asimilar estos días de competición y que sumen en lugar de restar. En mi caso, salí a rodar hora y media suave el lunes; he hecho descanso total el martes; y haré otras dos horas suaves el miércoles. No me puedo relajar mucho porque el sábado corro en Natxitua, así que tendré que hacer activación el jueves y viajar el viernes.
Estoy seguro de que esta acumulación de carga en las piernas me va a hacer crecer muchísimo como ciclista.